Después de más de un año de vaivenes, es oficial: Adeel Mangi, el candidato del presidente Joe Biden al Tribunal de Apelaciones del Tercer Circuito de Estados Unidos, no se convertirá en el primer juez federal de apelaciones musulmán del país. Quizás esto fuera inevitable.
El senador Chuck Schumer, líder de la mayoría, llegó a un acuerdo con los republicanos el mes pasado para abandonar a cuatro candidatos a tribunales de apelaciones que no tenían los votos para ganar a cambio de no obstruir la confirmación de alrededor de una docena de jueces de tribunales de circuito.
No fue sorprendente que Mangi, un litigante corporativo paquistaní-estadounidense con un sólido historial de servicio comunitario, fuera objeto de difamaciones antimusulmanas por parte de los republicanos. Sin embargo, lo que realmente condenó su candidatura fue la oposición de los demócratas del Senado de primera línea.
Afirmaron que su oposición no estaba motivada por prejuicios antimusulmanes sino por una segunda línea de ataque que los republicanos intentaron después de que numerosos grupos judíos corrieron en su defensa, citando su extenso trabajo pro bono en casos de libertad religiosa. Mangi, afirmaron los republicanos, sin pruebas creíbles, apoyaba la liberación de prisioneros condenados por matar a agentes de policía.
Estos ataques carecieron de fundamento y es vergonzoso que dos senadoras demócratas, Catherine Cortez Masto y Jacky Rosen, ambas de Nevada, les dieran crédito. El hecho de no confirmar a Mangi antes de que los demócratas pierdan su mayoría es otro anticipo de cómo la capitulación, no el coraje, frente a las fuerzas trumpistas estará a la orden del día durante algún tiempo.
Los nominados fallidos para esos cargos a menudo se marchan bastante silenciosamente. Mangi tomó una decisión diferente y más valiente: envió una carta feroz a Biden, agradeciéndole por la nominación y el apoyo, pero denunciando el proceso como una farsa y criticando a los demócratas que abandonaron su nominación.
Escribió: “No asumiré la peor motivación posible para que aceptaran este ataque. Pero para mí eso deja dos posibilidades: que estos senadores carezcan de la sabiduría para discernir la verdad, lo que expone una catastrófica falta de juicio; o utilizaron mi nominación para cortejar a los votantes conservadores en un año electoral, lo que expone una catastrófica falta de principios”.
La carta continúa: “Nuestro país se enfrenta a un tsunami de intolerancia, odio y discriminación. Está dirigido a musulmanes, árabes, judíos, negros, la comunidad LGBTQ+ y muchos otros. Y siempre pretende ser algo distinto de lo que es. Estas fuerzas están alimentadas no sólo por sus defensores, sino también por la colaboración y el silencio de los cobardes”.
Leer esta apasionada carta me hizo pensar que Mangi habría sido un excelente juez de apelaciones, muy necesario en esta cruel nueva era. Es una pena que no tenga la oportunidad.
Lydia Polgreen es columnista del New York Times.