la versión original de esta historia apareció en Revista Quanta.
Es tarde en la noche. Estás solo y deambulas por calles vacías en busca de tu auto estacionado cuando escuchas pasos que se acercan sigilosamente desde atrás. Tu corazón late con fuerza, tu presión arterial se dispara. Se le pone la piel de gallina en los brazos y sudor en las palmas. Se te hace un nudo en el estómago y tus músculos se tensan, listos para correr o luchar.
Ahora imagine la misma escena, pero sin ninguna de las respuestas innatas del cuerpo ante una amenaza externa. ¿Seguirías sintiendo miedo?
Experiencias como esta revelan la estrecha integración entre el cerebro y el cuerpo en la creación de la mente: el collage de pensamientos, percepciones, sentimientos y personalidad únicos de cada uno de nosotros. Las capacidades del cerebro por sí solas son asombrosas. El órgano supremo proporciona a la mayoría de las personas una percepción sensorial vívida del mundo. Puede preservar recuerdos, permitirnos aprender y hablar, generar emociones y conciencia. Pero aquellos que podrían intentar preservar su mente cargando sus datos en una computadora pasan por alto un punto crítico: el cuerpo es esencial para la mente.
¿Cómo se orquesta esta crucial conexión cerebro-cuerpo? La respuesta tiene que ver con el muy inusual nervio vago. El nervio más largo del cuerpo, recorre su camino desde el cerebro a lo largo de la cabeza y el tronco, emitiendo órdenes a nuestros órganos y recibiendo sensaciones de ellos. Gran parte de la desconcertante variedad de funciones que regula, como el estado de ánimo, el aprendizaje, la excitación sexual y el miedo, son automáticas y operan sin control consciente. Estas respuestas complejas involucran una constelación de circuitos cerebrales que vinculan el cerebro y el cuerpo. El nervio vago es, según una forma de pensar, el conducto de la mente.
Los nervios suelen recibir nombres según las funciones específicas que realizan. Los nervios ópticos transportan señales desde los ojos al cerebro para la visión. Los nervios auditivos conducen información acústica para la audición. Sin embargo, lo mejor que pudieron hacer los primeros anatomistas con este nervio fue llamarlo “vago”, del latín “errante”. El nervio errante era evidente para los primeros anatomistas, en particular Galeno, el erudito griego que vivió hasta aproximadamente el año 216. Pero se necesitaron siglos de estudio para comprender su compleja anatomía y función. Este esfuerzo continúa: la investigación sobre el nervio vago está a la vanguardia de la neurociencia en la actualidad.
La investigación actual más vigorosa implica estimular este nervio con electricidad para mejorar cognición y memoriay para una mezcla heterogénea de terapias para trastornos neurológicos y psicológicos, que incluyen migraña, tinnitus, obesidad, dolor, adicción a las drogas y más. Pero, ¿cómo podría la estimulación de un solo nervio tener beneficios psicológicos y cognitivos de tan amplio alcance? Para entender esto, debemos entender el nervio vago en sí.
El nervio vago se origina a partir de cuatro grupos de neuronas en la médula del cerebro, donde el tronco encefálico se une a la médula espinal. La mayoría de los nervios de nuestro cuerpo se ramifican directamente desde la médula espinal: están entrelazados entre las vértebras de nuestra columna vertebral en una serie de bandas laterales para transportar información dentro y fuera del cerebro. Pero no el vago. El nervio vago es uno de los 13 nervios que salen del cerebro directamente a través de orificios especiales en el cráneo. De allí brotan matorrales de ramas que llegan a casi todas partes de la cabeza y el tronco. El vago también irradia desde dos grupos principales de neuronas avanzadas, llamadas ganglios, ubicadas en puntos críticos del cuerpo. Por ejemplo, un gran grupo de neuronas vagales se adhiere como una enredadera a la arteria carótida del cuello. Sus fibras nerviosas siguen esta red de vasos sanguíneos por todo el cuerpo para llegar a órganos vitales, desde el corazón y los pulmones hasta el intestino.