Cuando era niña, Goodall se dedicó al trabajo de campo y reconoció que sacar a la gente de la pobreza era fundamental para preservar la biodiversidad del parque nacional. Por eso, puso en marcha el programa Tacare, que ofrece microcréditos para poner en marcha empresas sostenibles, becas para niñas que no habían podido acceder a la educación secundaria y asesoramiento sobre planificación familiar. Además, los agricultores reciben asesoramiento sobre prácticas agrícolas sostenibles y sin productos químicos, como la permacultura.
“Me di cuenta de que la razón por la que se talaban los árboles era porque la gente luchaba por sobrevivir”, reflexiona el científico. “Sus familias crecían y no podían permitirse comprar alimentos en otro lugar. Sus propias tierras de cultivo eran infértiles por el uso excesivo. Así que talaban los árboles, ya fuera para hacer tierra, para cultivar alimentos o para ganar dinero con carbón o madera”.
Solo cuando las personas aseguran su propio sustento se inclinan a afrontar las repercusiones de sus acciones y abordar su impacto ambiental. Este cambio de comportamiento es evidente en los pueblos que rodean el parque nacional, donde las nuevas tecnologías ayudan a los lugareños. Con una sencilla aplicación para teléfonos móviles, los habitantes pueden denunciar la tala ilegal de árboles capturando imágenes de los troncos caídos. Esta iniciativa, lanzada inicialmente en 12 pueblos de Gombe, ahora funciona en 104 pueblos de Tanzania y otros seis países africanos.
Al detener la deforestación, los chimpancés ya no se ven obligados a vivir en un territorio confinado y aislado del mundo exterior. Han creado corredores por los que pueden moverse libremente e interactuar con otros grupos, lo que promueve el intercambio genético. Hoy, los chimpancés de Gombe están conectados con sus homólogos del vecino Burundi y tienen más posibilidades de sobrevivir.
Un poco más al norte, en Uganda, Goodall nos cuenta que hay un granjero que participa en el programa Jane Goodall. Su principal medio de vida es el cultivo de caña de azúcar. Sin embargo, sus actividades agrícolas han atraído la atención de los chimpancés, cuyo hábitat y fuentes de alimento se ven reducidos por la agricultura. En respuesta, decidió destinar una parte de su tierra cerca de la selva tropical que rodea su granja para cultivar los cultivos preferidos de los chimpancés. De esta manera, estos tendrían menos incentivos para asaltar sus campos de caña de azúcar.
“Los lugareños comprenden ahora que la conservación beneficia tanto a la vida silvestre como a su propio futuro”, afirma la primatóloga. Goodall cree firmemente en el poder transformador de los esfuerzos de base para salvaguardar la biodiversidad de nuestro planeta y garantizar un futuro sostenible para todos.
Goodall comparte una serie de ejemplos alentadores de gestión ambiental. Con ellos, se podría pintar un cuadro del progreso humano en la preservación de la naturaleza. Sin embargo, Goodall modera este optimismo con una mirada a la realidad. “Tomemos como ejemplo a Estados Unidos. Biden reinstauró muchas regulaciones para proteger la vida silvestre. Trump se ha jactado de que si regresa, abrirá los parques nacionales a la tala y la minería. Quiero decir, en realidad está alardeando de ello”, dice.
En África, China es cada vez más activa, invirtiendo en la rápida construcción de carreteras, represas y extracción de minerales, a expensas del medio ambiente y del espacio para la vida silvestre.
“Curiosamente, dentro de China, están a la vanguardia en el desarrollo de la energía solar. Ahora están muy interesados en proteger su propio medio ambiente”, dice Goodall. “Siempre podemos culpar a China, pero lo que están haciendo es cuidar su propio medio ambiente y obtener todos los materiales que necesitan dañando otros entornos. Pero eso es lo que hicieron las potencias coloniales y eso es lo que las grandes empresas siguen haciendo. Estados Unidos obtiene sus materias primas yendo a la minería en otros países, los países en desarrollo”.