VARSOVIA, Polonia — Décadas después de su asesinato, Polonia celebró el lunes un entierro estatal de los restos de más de 700 víctimas de las ejecuciones masivas de la Segunda Guerra Mundial llevadas a cabo por la Alemania nazi, que fueron descubiertos recientemente en el llamado Valle de la Muerte, en el norte del país.
Los ritos en la ciudad de Chojnice comenzaron con una misa fúnebre en la basílica, y después se realizó un entierro con honores militares en el cementerio local de las víctimas de los crímenes nazis. Los restos se encontraban en 188 pequeños ataúdes de madera con cintas de los colores nacionales blanco y rojo.
En los actos participaron familiares de las víctimas, un asesor del presidente Andrzej Duda, autoridades locales y altos funcionarios del Instituto Nacional de la Memoria, que realizó y documentó las exhumaciones.
“Queremos devolver la memoria y la dignidad a las víctimas de los crímenes de Chojnice”, afirmó el obispo presidente Ryszard Kasyna.
Duda envió un mensaje diciendo que las muertes no fueron en vano y siempre quedarán en la memoria nacional, porque la única razón por la que fueron asesinados por los nazis fue el hecho de ser polacos.
Entre 2021 y 2024 se exhumaron los restos de civiles polacos, incluidos 218 pacientes de asilo, de varias fosas comunes en las afueras de Chojnice. Los objetos personales y documentos ayudaron a identificar a unas 120 víctimas de una ejecución a principios de 1945. Entre ellos había profesores, sacerdotes, policías, trabajadores forestales y postales y terratenientes.
Los historiadores han establecido que los nazis, poco después de invadir Polonia el 1 de septiembre de 1939, ejecutaron a algunos civiles en un intento de someter a la nación. Los restos de otras 500 víctimas son de la ejecución de enero de 1945, cuando los alemanes huían de la zona. En las fosas se encontraron balas y casquillos de pistolas utilizadas por las fuerzas alemanas.
Los expertos continuarán peinando la zona en busca de más fosas comunes del llamado Crimen de Pomerania.
Polonia perdió en la guerra seis millones de ciudadanos, es decir, una sexta parte de su población, de los cuales tres millones eran judíos. El país también sufrió enormes pérdidas en su infraestructura, industria y agricultura.